jueves, 28 de octubre de 2010

poesía a Nuestro padre Jesús del Perdón.

El brillo le amortigua la mirada
clavado en la madera del suplicio,
sin que anule a pesar del sacrificio
el magno recital de su cruzada.

No llora por su dureza en la pedrada
ni llora por la espina y el cilicio.
Es el Hombre que cumple su servicio
y deja en una Cruz, voz empeñada.

No le importa el martirio, ni la llaga
ni el precio sobrehumano con que paga
la ignorancia, el desprecio y el baldón.

Por el hueco que dejan las heridas
fluye el mundo de Gracias contenidas,
que atesora este Cristo del Perdón.
(Anónimo)

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