martes, 7 de agosto de 2012

"El arte en las cofradías" Antonio Espadas.

A continuación, os dejamos con la entrevista realizada al escultor imaginero Antonio Espadas, al cual estamos muy agradecidos por dedicarnos su tiempo para contestar a nuestras preguntas:


¿Cuáles fueron sus orígenes en el mundo de las cofradías? ¿Pertenece a alguna Hermandad?

En una ciudad como Úbeda, cuya vida gira en torno a su Semana Santa, con una implicación social casi generalizada, sin comparación con otras celebraciones, es difícil no participar desde pequeño en sus cofradías.

Sin embargo mi implicación como hermano no se produjo hasta mi juventud. Estéticamente siempre me resultó fascinante la magnifica puesta en escena de las Cofradías de mi ciudad, sus imágenes y esa mezcla de impactos sensoriales que supone sacarlas a la calle en un entorno histórico y monumental tan esplendido como el de Úbeda. Pero tuve que esperar a los 17 años para decidir, por necesidad propia y no por imposición generacional, pertenecer a la Cofradía de Jesús Nazareno y a la de la Noche Oscura, de las que sigo siendo hermano en la actualidad.

¿Cómo decidió dedicarse a la labor de escultor-imaginero?

Hay veces que uno traza a través de la voluntad líneas de futuro y otras en que el destino te atrapa a través de giros inesperados que hacen desembocar tu vida en terrenos sorprendentes que nos acaban atrapando. En cierto modo hastiado de dar protagonismo excesivo a nuestro ego en cuanto hacemos, necesitaba una cura de humildad, un  salir de uno mismo para ponerme al servicio de un sentimiento, de una creencia, de algo superior a uno mismo.

La imaginería me ofrecía de manera sorprendente la posibilidad de poner mis recursos bajo la “obediencia” a un sentimiento superior. Mi ego se diluye y la búsqueda de la emoción, el sentimiento y la belleza son el centro de mi trabajo, dando forma materica a una creencia. Dar forma en un trozo de madera a Dios es lo mas cercano a la verdadera creación, y a mi me resulta reconfortante esta apasionante labor a la que me dedico. No sé si decidí en algún momento yo dedicarme a esto, o la decisión fue impuesta por el destino, lo cierto es que éste es el centro de mi trabajo y de mi vida.

¿Cuáles son los principales referentes utilizados a la hora de enfrentarse a una nueva obra? ¿Algún escultor imaginero predilecto sobre el que se inspira?

La referencia más cercana en mi entorno vital es sin duda la obra de Francisco Palma Burgos, artista cuya impronta marcó de manera definitiva la semana Santa de Úbeda. Su obra, no solo por formar parte de mi bagaje vital, también por su gran calidad y una personalísima capacidad de emoción, siempre supuso un referente constante para mi admiración.

Por supuesto otros autores son fuente constante donde beber cuando nos enfrentamos a un reto creativo (Gregorio Hernández, Montañés, Pedro Roldan, Ortega Brú…) pero, sin duda, el resultado de una obra, su personalidad o carácter es un misterio impredecible que está por encima de uno, de mi voluntad, y por supuesto de la influencia o inspiración inicial que podamos tener en otros artistas a los que admiramos.

¿Se siente escultor cristífero o mariano? También hemos podido observar algún grupo escultórico ¿Prima siempre la libertad del autor de la obra o la cofradía a la que irá destinado el grupo impone su criterio?

Cada obra es un reto nuevo y por tanto me enfrento con la misma ilusión a la imagen de un Cristo, como de una Virgen. Por razones compositivas, un Cristo nos ofrece más posibilidades al jugar con más variedad de recursos escultóricos como el movimiento, el ritmo compositivo, la anatomía… No solo nos expresa el gesto o el rostro, también el cuerpo adquiere un protagonismo que en el caso de las Vírgenes es mucho más limitado.

La realización de una Virgen es un ejercicio de contención, donde hemos de concentrar en el gesto de una cara y el movimiento de unas manos todo el sentimiento que queremos transmitir. Es un juego de sutilezas y matices sin duda muy complejo.

En el caso de los grupos escultóricos el trabajo es apasionante, cada imagen no solo ha de ser expresiva por sí misma y transmitir una actitud, una personalidad y un sentimiento individualizado frente a la escena en que participa, sino que además ha de relacionarse compositivamente con el resto, creando una unidad indisoluble de movimientos y ritmos que se complementan y necesitan. Las imágenes componen un todo donde se transmita la tensión o el sentimiento de la escena evangélica representada.

En el caso del Grupo Escultórico del Traslado al Sepulcro que estoy realizando para Hellín, la libertad creativa ha sido total. Lógicamente, cuando uno recibe un encargo para una Semana Santa determinada, intenta documentarse sobre sus características específicas para que la obra se integre en la idiosincrasia y carácter de sus destinatarios, pero al margen de esto y la lógica limitación en cuanto al tema representado, la libertad creativa es total y plena.

Bajo su punto de vista, ¿Cuál podríamos decir que es uno de los mejores grupos escultóricos de la Semana Santa?

Existen muchos ejemplos de pasos de misterio de gran calidad y expresividad. Aunque en la mayoría de los casos no responden a la creación de un solo autor, y por tanto, no fueron concebidos compositivamente desde un principio para procesionar tal y como los vemos en la actualidad. Para mí, el paso del Traslado al Sepulcro de “Santa Marta” que realizara Ortega Brú para Sevilla supone uno de los grupos escultóricos mejor conseguidos de los autores relativamente recientes. Otra versión del mismo momento evangélico que me parece magistral como grupo escultórico, aunque no concebido para procesionar, es el que realizara Pedro Roldán para el Hospital de la Caridad de Sevilla.

¿Qué se siente cuando una hermandad o cofradía le confía la labor de realizar una imagen titular?

Sin duda el que una hermandad deposite en ti su confianza plena para la apasionante tarea de dar forma a la Fe de sus hermanos, supone un gran orgullo y por tanto la primera sensación es de agradecimiento, por su creencia en las capacidades de uno y sobre todo por darme la posibilidad de crear vínculos emocionales de por vida con una nueva cofradía y una población. Inmediatamente después, la sensación es de enorme responsabilidad ante un nuevo reto creativo y emocional.

Gracias a ese encargo me dan la oportunidad de participar en ese milagro creativo y colectivo, que supone poner cara y materia a la Fe y Devoción de todo un pueblo.

¿Bajo qué movimiento artístico engloba su producción imaginera? ¿Cuales son las técnicas utilizadas para la realización de sus obras?

No lo sé, yo hago las cosas de la forma más sincera y honrada conmigo mismo, intento hacer mi trabajo lo mejor posible y con la máxima exigencia y el resultado para mi es impredecible. Ponerle nombre y etiquetarlo, aparte de ser innecesario, yo sería incapaz de hacerlo.

A nivel técnico, en imaginería se ha evolucionado muy poco a lo largo de los siglos. En general, las imágenes las realizo en madera de cedro real policromada, siguiendo las técnicas y procedimientos tradicionales, tal y como se vienen realizando desde el Renacimiento.

Bajo su punto de vista, ¿Es mayor la responsabilidad al realizar una nueva obra, o al restaurar una ya existente?

Son retos completamente diferentes, aunque ambos son ejercicios de obediencia y humildad. En el primero pones tu capacidad al servicio de un sentimiento y un momento evangélico al que hay que dar forma, y en el segundo caso te pones al servicio de una obra ya creada, para sanarla y hacerle recuperar su aspecto original, tal y como fue concebida por su autor. Un trabajo arduo y complejo, donde el respeto por la obra y su autor ha de presidir todas las intervenciones que hubieren de practicarse. Se trata de una labor más técnica y aséptica. Sin duda hay que tener mucha sensibilidad para ejercerla, pero la creatividad hay que dejarla para los trabajos propios.

Al realizar una obra nueva, el impulso creador nos sumerge en un terreno apasionante, en un proceso íntimo y personal mucho más emocionante, donde no solo se implica nuestro entendimiento y conocimientos, como en el caso de la restauración, sino que atañe más al terreno emocional y sentimental, al alma.

En la actualidad, nos encontramos en un momento en que muchos imagineros se vuelcan en la nueva tendencia que conocemos como “Hiperrealista” y que muestra el cuerpo de cristo totalmente herido, ¿cómo observa usted los cambios que desde hace algunos años se están dando en el campo de la imaginería?

Creo que la imaginería, aunque de manera muy lenta, va también evolucionando adaptándose a  cada momento. Desde la admiración por el pasado, siempre he intentado evitar el caer en la repetición de arquetipos establecidos. Copiar del pasado no tendría sentido, siempre serian copias, y no hay copia buena. Por tanto me parece bien beber del manantial de la realidad y no amanerar estilismos ya repetidos hasta la saciedad.

Pero creo que hay que moverse en equilibrio por el difícil filo donde confluyen el deseo de realismo (de acercamiento al Hombre), con la necesaria idealización que mueva a la devoción más que al espanto (acercamiento a Dios a través de la belleza). Si anteponemos el realismo de una pasión y muerte, sin duda cruel hasta el extremo, nos acercaremos a los hechos verdaderos que acontecieron al Hombre, pero nos alejaremos del misterio que se esconde detrás de tan generosa entrega divina.


Bajo su punto de vista, ¿Cuál es el mejor recuerdo que usted guarda tras la realización de una obra? ¿Alguna obra que recuerde con especial afecto?

Cada obra es una aventura, un adentrarse en un largo y complejo camino donde buscar, luchar, escarbar y encontrar, a través de un trabajo complejo con el que convivimos durante muchos meses. Se trata de ver nacer de la nada, crecer y tomar forma un proyecto donde volcamos todo nuestros anhelos e ilusiones. Más que un trabajo, se trata de una experiencia vital donde volcarnos. Son procesos complejos y muy largos en el tiempo, son muchas las horas y los días compartidos con nuestra obra, en los que vamos creciendo a la vez que ella lo hace.

De esa convivencia total con nuestra obra nacen complicidades vitales que van mas allá del mero trabajo, son muchas las horas compartidas con las imágenes, muchas experiencias personales que se han desarrollado en paralelo al nacimiento de una obra, muchos los sentimientos en ellas volcados en el día a día de nuestro trabajo. Por tanto, cada una de ellas, lleva impregnada dentro de sí una parte importante de nuestra vida. Cada obra es una aventura personal y todas forman parte importante de mi vida.

Según hemos podido observar, ha sido el encargado de restaurar distintas imágenes procedentes de “El arte cristiano” (OLOT), ¿Qué opina usted acerca del uso de éste tipo de imágenes por las cofradías?

Al taller llegan obras muy variadas para su restauración. Obras de gran calidad y otras más modestas, todas ellas son tratadas con el mismo respeto y rigor en el trabajo. Cada obra, por encima de su calidad artística, tiene un valor sentimental y devocional para su dueño o Cofradía, y por tanto han de ser tratadas con mucha profesionalidad y con el mismo respeto.

En cuanto a las Imágenes seriadas, procedentes de Olot, he de decir que si bien no se trata de obras de un gran valor artístico, en el sentido de su originalidad o su creatividad, ya que se tratan de obras realizadas en serie, de manera industrial, algunas de ellas tienen una gran calidad desde el punto de vista técnico.

Estas imágenes, concebidas mas para la devoción en el interior de los templos, que para ser procesionadas, tuvieron su momento más álgido después de la Guerra Civil, debido a la gran demanda de imágenes que existía después de la terrible destrucción que se había producido. Se trataba de imágenes de bajo costo, de material poco estable pero rápido de producir, y que permitieron reponer las imágenes de una manera rápida y en algunos casos de manera muy eficiente y brillante. Fueron una magnifica solución de emergencia para un momento muy complejo. Afortunadamente, hoy en día la situación es muy distinta y las Cofradías están apostando por engrandecer el patrimonio artístico de sus Semanas Santas, y muchas de esas imágenes han sido sustituidas por obras de autor, originales y de mayor calidad, que aportan un patrimonio artístico y cultural muy superior a nuestras Cofradías y poblaciones.

Al enfrentarse a una restauración ¿Qué factores priman en su intervención?

Como antes dije, por encima de todo el respeto hacia la obra de arte y su autor. A menudo hemos visto intervenciones donde las obras han sido retocadas, y en algunos casos completamente transformadas, en nombre de determinadas modas estéticas pasajeras o siguiendo los gustos estéticos del supuesto “restaurador”.  Esta falta de respeto por la obra y por el artista que la concibe de una determinada manera, es inaceptable en restauración y la causa de demasiadas intervenciones inadecuadas que no hacen sino mermar nuestro patrimonio artístico y cultural, suponiendo todo un daño (a veces irreversible) a las obras de arte, y un delito contra la propiedad intelectual de los artistas.

Por otra parte, la restauración exige un gran rigor en el trabajo, aplicando soluciones técnicas a los males que presenta una imagen, que van más allá de los síntomas perceptibles. En restauración es más importante lo que no se ve, que lo visible. Acometer intervenciones estructurales internas que atajen los problemas de la escultura es mucho más complejo y laborioso que hacer desaparecer los síntomas externos. Ese trabajo no se aprecia por quien lo desconoce y es la causa de que muchas intervenciones poco rigurosas, no hacen sino enmascarar males mayores y ocasionar problemas aun mas graves a medio plazo. Para ello, es muy importante la memoria del proceso, donde se registran y recogen todas las intervenciones externas e internas realizadas, para dejar constancia de la rigurosidad y profesionalidad de los procesos aplicados.

Tras la entrega de la obra ¿Sigue las labores de mantenimiento y estado de la misma al paso de los años?

En este sentido, no siempre es así. Aunque el contacto se mantiene con las Cofradías a lo largo del tiempo, atendiendo a todas sus dudas, cuestiones de mantenimiento o posibles incidentes que precisen nuestra intervención. En muchos casos, con el paso del tiempo y los cambios de Hermano Mayor o equipos directivos, las cofradías pierden el contacto con el restaurador, dejando el mantenimiento o asesoramiento técnico sobre las imágenes en manos de personas inexpertas de dentro de la Hermandad que, con buena voluntad y poca rigurosidad técnica, afrontan labores de limpieza, transporte, etc… que no contribuyen a la buena conservación de las imágenes.

Creo que se hace necesaria la existencia de personas encargadas del mantenimiento de las imágenes con una cierta formación en este sentido y que mantengan una colaboración permanente con el restaurador para poder garantizar la conservación de la obra a lo largo del tiempo. Dicha persona o equipos deberían estar al frente de dicha responsabilidad a lo largo del tiempo de manera permanente, independientemente de los cambios de Presidentes o Juntas de Gobierno, ya que el mantenimiento adecuado de una obra de arte ha de estar por encima de los criterios temporales de las Juntas Directivas.


Desde SemanaGrandeManzanares, queremos dar las gracias a don Antonio Espadas por colaborar con nosotros en éste proyecto de "El arte en las cofradías", esperando que a todos nuestros usuarios les agrade su lectura.

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