clavado en la madera del suplicio,
sin que anule a pesar del sacrificio
el magno recital de su cruzada.
No llora por su dureza en la pedrada
ni llora por la espina y el cilicio.
Es el Hombre que cumple su servicio
y deja en una Cruz, voz empeñada.
No le importa el martirio, ni la llaga
ni el precio sobrehumano con que paga
la ignorancia, el desprecio y el baldón.
Por el hueco que dejan las heridas
fluye el mundo de Gracias contenidas,
que atesora este Cristo del Perdón.
(Anónimo)
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